Sabía que ya no había solución alguna...nada podía ya hacer más que rendirse y dejar morir aquello a lo que tanto se había aferrado.
Dolía, si...sólo Dios sabía cuánto le dolía...pero hasta la desesperación había pasado ya. No le quedaba nada.
Que podía hacer, más que esperar a que el sentimiento muriera? Él ya se había encargado de matar toda esperanza y su pobre orgullo maltrecho de mujer necesitaba un poco de cuidado...
Realmente no le quedaba nada...
La había dejado vacía, rota y extremadamente sensible. Y a su vez más dura que nunca. Con la absoluta certeza de que abrir por completo su alma no era más que darle al otro un arma muy poderosa con la cual destruirla. Y ella ya no quería perder.
De vez en cuando se sorprendía de sí misma y su capacidad para seguir llorando...aún. Era algo tan extraño que ella no lo creía. Cómo era capaz de que le siguiese sucediendo? Era mucho más de lo que hubiera podido imaginar y cada vez se decía que era la última. Incluso cuándo sabía que se mentía. Pero es que había sido tanto...!!
Y cada vez se las tragaba con orgullo, con un férreo NO MÁS que las hacía ceder apresuradamente.
No más, no más...se repetía como un mantra.
Sabía bien que el caso no las merecía, ni una más. Porque no sólo lloraba su dolor, su pérdida...le lloraba a él. Y él ya no merecía nada más de ella.
Ya nada le debía, ya nada tenía para darle. Ya le había dado todo y todo se había encargado de destrozar, de romper...de despreciar.
Cómo poco se sentía herida...cómo mucho, había días en que se sentía engañada.
Pero respiraba profundo, secaba sus lágrimas y se recordaba que lo mejor, lo único, lo que en verdad quería en ese momento era dejarlo ir.
Dejar ir todo. Incluso el recuerdo. Y con ello, su fe y esperanza muertas.
~*
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