Había pasado un tiempo ya. Extrañaba el peso de su pluma, el sonido que hacía al rasgar el papel, el olor a la tinta fresca. Pero la irrepetible e inexorable urgencia de la jornada anterior, no se había repetido.
En cambio por sus venas corría cierta amargura, tal vez teñida y bañada por la soledad. Esta vez no había suave brisa que la acompañara...sólo la constante caricia del abrasador sol matutino, que teñía la hierba de un color más verde, que hacía los colores más vívidos, y acaso por ello se le tornaban irreales.
El paisaje se tornaba de ensueño, y ello lo hacía más un sueño. Era un lugar perfecto para meditar, quisiese o no.
Las horas se sucedieron vacías, intentando en vano llenarlas con la vida de una enigmática princesa muerta hacía un siglo, tal vez menos. Tal vez más. Y allí, de un momento a otro, con los rayos enrojeciendo sus pupilas, se trasladó a otro mundo. A su mundo personal. Dónde los colores no eran colores, y las sombras eran luces, las luces sombras y todo era uno.
El cielo puede fundirse con la hierba con tanta facilidad como con las fangosas aguas del río.
Que suerte la suya! Tanto su cuerpo como su mente se hallaban cerca de un río. Sobre la ardiente acera, rodeada del pasto. Pero allí había viento y aquí no.
Acá o allá. Qué diferencia hay? Hay un punto en el que ni siente la diferencia, para ella es tan parecido a lo mismo. A todo igual. Más o más, menos o menos. Todo. Se siente fundida y mesmerizada con todo lo que le rodea. La naturaleza se embulle en su cuerpo y por ello puede trasladarse a SU mundo. Tan de ella, como suyo. Tan suyo como el propio.
Y de pronto se ve a si misma, como de lejos, sin dejar de sentirse nunca, con un lápiz azul turquesa, un vívido y hermoso cian, totalmente en trance rasguñando el papel y llenándolo de figuras. Muchas figuras, dibujos y manchas. De acá y de allá. De allá más que acá. Sus manos se mueven solas, sus ojos en el horizonte...completamente ajena a lo que le sucedía.
Todo mezclado con las melodías favoritas....
Y ahí, cuando se creía ausente...su Sol, su Luz, se acerca, poco a poco. Vagamente recuerda haber hablado con él, pero no era ella.
Pero toda esa ensoñación, toda esa fantasía, cual claramente sabía una sórdida verdad; se esfumó. Dejando sólo una sonrisa en sus labios y devolviendo un brillo rayano a la devoción.
Sólo importaba que allí, en ese instante, estaba su amado rodeando su cuerpo, llenándola de un calor muy distinto al del rey astro. Que la amaba, susurrándoselo al oído. Que le cubría sus labios con besos tiernos.
Y así, tan colmada de dicha, le sonrío una vez más a la Madre Tierra por compartirle sus secretos, y lanzando un beso al aire, se despidió de ella por el momento. Para refugiarse del sol a la sombra de un árbol juntos, allí, rodeados de tanta naturaleza.
Un beso enorme,
Hika ♥
(Irremediable, como siempre)
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