jueves, 13 de marzo de 2014

Imperio!

Había perdido su voluntad.
Se lo repetía una y otra vez, incluso a los gritos.
Pero nada podía hacer con ello. 
Como si de un Imperio se tratase, perdía todo contacto con ella misma, su voluntad, su fuerza.
Y ni siquiera que fuera un maldito conjuro.
O tal vez lo era...
Sólo sabía que, instintivamente, toda la furia que sentía, todas las palabras que se decía segundo a segundo, quedaban relegadas en el fondo más oscuro de su cabeza. Entonces ésta, nuevamente, se llenaba de él.
Se veía reducida a él...simplemente. En el cómo, cuándo, dónde...en cuantas veces él respiraba. 
A veces era con palabras...otras simplemente por presencia. Y otras...y se sentía tan estúpida una vez pasase el efecto...otras tan sólo por meros recuerdos.
Todo era él. Toda ella era él. Por minutos, horas, días...toda la vida. No podía escapar de ello. Lo intentaba, claro que lo intentaba!
Pero su voluntad; oh! Voluble voluntad!; era mucho más débil que el hipnotismo de unos penetrantes ojos marrones.







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