Hay veces que la vida te demuestra cuan equivocado estás y no sabes cómo asumirlo. Te susurra al oído que, por más preparado que estés para la verdad, o para lo inevitable, no importa. Duele igual.
No hay curas milagrosas para el dolor. Y hay cosas que no cambian con el tiempo.
Podés convencerte de que tocaste fondo...pero siempre, SIEMPRE podés ir más abajo. Y por más resignado que estés...duele exactamente igual.
Y te das cuenta que, con cada herida te haces más fuerte...por fuera. Que podés sonreír en tu peor momento, pero eso no impide que te estés cayendo a pedazos. Y ahí distinguís que las primeras ilusiones de amor juvenil duelen y te marcan de por vida...pero nada se compara con el deseo roto de una mujer más adulta, con la pérdida de ese amor en el que realmente se apostaba la vida, en el que se planeaba un futuro en común.
Pero no dejás de creer en el amor...simplemente empezás a creer que...no es para vos. Y no importa cuánto ames...no siempre es suficiente.
La vida te enseña que, por más que quieras gritar a los cuatro vientos millones de cosas atoradas, llega un momento en que no hay palabras, y que aunque creas que no podés llorar más, las lágrimas son infinitas.
Se aprende que por más orgullo que poseas, en algún momento vas a actuar de la manera más patética inimaginable. Y ese mismo orgullo va a torturarte día a día por tu osadía de tan bajo proceder.
Te enseña que no hay ironía más grande que necesitar de los brazos de esa persona que más te lastima. Que los malos momentos no son los que duelen, pero no podés evitar llorar cada uno de los buenos. Y que cada palabra dicha...se va con el viento. Porque no importa. (¿Dónde quedaron todos los "te amo"?)
Entonces comprendés que de amor nadie se muere...ni de desamor. Pero a la vez morís un poco día a día, noche a noche, sólo para revivir al día siguiente y pasarlo de nuevo.
Que a veces todo, realmente TODO tu esfuerzo, no sirve para nada. Porque intentar no es conseguir. Ni cerca de lograr.
Se te abren los ojos a verdades que sabías y no aceptabas. Perder a un ser querido es lo más doloroso del mundo...que el consuelo de "está en un lugar mejor" no es consuelo. Pero perder a un ser querido y seguir viéndolo día a día, es mucho más cruel. Y que siempre se puede ser más masoquista...
Y que aunque tengas amigos, en el dolor estás solo. Porque NADIE puede ayudarte. Sólo te tenés a vos mismo, y aunque te abraces fuerte, nada te calmaría más que un abrazo de otros brazos. Y cuando los necesites, no van a estar. Y hay veces que, aunque llores rodeado de gente, podés ser invisible.
Se aprende que hay sollozos que son mudos, y que hay veces en que tenés que morderte la lengua para que no se oigan. Pero las lágrimas en silencio suelen ser las más dolorosas. Y las noches sin dormir pesan.
La vida te enseña cosas que no querés aprender, y te las enseña de la peor/mejor manera.
Viviéndolas.
Así y todo, aprendés que al único lugar que podes ir es: adelante. Y es el lugar que más duele. Porque mucho de lo que querías, de lo que creías...está atrás.
Y tenés que dejar ir.
Y tenés que aprender a vivir. A vivir con lo bueno.
A vivir con lo malo.
Con eso que no vas a olvidar aunque te tortures por no pensarlo.
Cargando decisiones ajenas que odiás, pero no hay de otra. Hay que aceptarlo. Así como tus decisiones condicionan las vidas ajenas, las ajenas condicionan las tuyas.
Y en la vida, no siempre podés elegir. A veces el camino que tenes que recorrer no es exactamente el que querías.
E incluso cuando crees no tener más esperanza...en el fondo, muy en el fondo...siempre un poco de ella se arraiga.
Y también te duele perderla, aunque hasta ese instante en que la reconociste no sabías que estaba allí.
~*
Escribo esto porque hoy se murió una parte muy importante de mi vida y siempre me va a dejar un vacío que no voy a poder llenar. No se cuantas noches me quedan por llorarte, pero no puedo mentirme, recién empiezo a hacer mi duelo...
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