miércoles, 17 de diciembre de 2014

Afterglow, aftermatch ~*

Había estado en el cielo. Había visto los ángeles rodearse de constelaciones, nubes, música...y todos sus sentidos fueron tomados. Estaba allí, y estaba aquí. Estaba en el más puro nirvana, y sin embargo, podía sentir la dulce tortura de sus muñecas aprisionadas, de unos labios en su barbilla, el calor de un cuerpo presionando el suyo...podía sentir al hombre que la hacía sentir completa y desdichada entrar y salir de ella sin ningún recato.
No podía contener el arrebato de pasión.
Todo había comenzado con un arrebato de pasión.
Simple, sencillo, extremadamente volátil. Como siempre.
Era demasiado espontáneo dejarse perder en semejante acto de lujuria. Era inexplicablemente natural. No así era entenderlo. Muchas veces, ella no quería entenderlo.
Pero entendía.
Sabía que, por más vueltas que le diese, no había más que un enorme y extenso cariño. Una cierta química. Y una atracción existente, pero de bases dudosas (ella estaba segura que se debía al cariño que su frugal amante le prodigaba y un gran tanto a la facilidad con que ella accedía) que intentaba no cuestionar. Al menos, no tanto.
Sólo había tenido el valor de preguntarlo una vez, simplemente porque necesitaba la respuesta más que al propio oxigeno. Y aunque sabía a qué se enfrentaba, a sus peores monstruos, preguntó igual. Incluso sabiendo que sabía la respuesta.
Amor...ah, que palabra más común y que sentimiento más esquivo. Y complejo.
Encontraría amor en sus actos, un amor que probaba ser grande y puro, ese amor que uno tiene por aquel que siente ser parte de uno, por aquel que siente familia. Y él, su él, la quería como se ama a los amigos, a los hermanos...claro que ella lo sabía. Claro.
Cómo no saberlo? Cuando uno ama como se ama a los amores, cuando se ama a la antigua, cuando la pasión no es más que el deseo de sentirse uno, de estar más cerca...cuando uno ama así, no hay persona que pueda cambiarlo. Nadie te genera interés, nadie capta tu atención, nadie. No hay persona que pueda captar ligeramente la sensación de un interés especial...porque todo lo especial, absoluta y definitivamente todo, se encuentra en esa persona. En ese amor.
Claro que ella sabía que, una vez ello había sucedido, lo había perdido por siempre. Ése tipo de amor no volvería.
Pero ella quería oírlo de sus labios, quería y a su vez, no quería oírlo jamás.
Y se entregaba al dulce sabor de sus besos, se entregaba a una lujuria que tal vez la dejase rendida y rota, pero que a su vez llenaba..se entregaba a un amor que ya no existía, pero que ella mantenía tan vivo y fresco, que no había suspiro en dónde no se le escapase un poco.
Cada pequeña presión que las manos de su amante hacían en su cuerpo, cada caricia, cada beso, cada encuentro de sus cuerpos. Duro. Suave. Tierno. Desenfrenado. Cada pequeño y simple acto la dejaban llena de ese no sé qué. Tanta mezcla de amor viejo y creciente, con una enorme cuota de vacío y cierta dosis de dolor.
Cuanto lo amaba, le decía suspirando sólo aire, sin hablar. Cuanto te amo, le repetía abriéndose entregada. Cuanto más voy a amarte, le susurraba después, con un simple abrazo y el latido de su corazón intentando no latir desbocado.
Y volvía a subir, y volvía a bajar, y no había nada más glorioso. No recordaba nada que se le comparase.
Era una droga, y era un pacer. Era dolor y una extrema felicidad.
Eran una mirada tierna y un par de ojos desesperados intentando callarse.
Eran dos amantes que se amaban casi sin estar enamorados. Dos locos que se dejaban subir al cielo, sólo para dejarse caer uno en brazos del otro, exhaustos, con la confianza de que se agarrarían sólo para volver a subir, y dejarse caer.
Incluso sabiendo que ambos caerían en lugares diferentes. Porque no existía distancia en la que no pudieran cuidarse.






~*