miércoles, 19 de marzo de 2014

Lost in...you

Sentiste alguna vez lo que es perderse en alguien? Sentir su toque y...darte cuenta que estás en casa? Que no hay otro lugar dónde realmente quieras estar...no hay otro lugar al que perteneces, dónde encajes sencilla y perfectamente?
Es exactamente lo que sucede cuando estoy en tus brazos. 
Vuelvo a casa.
A mi hogar.
Aunque sentirte tan hondo en mí es una exquisita y dolorosa agonía, no existe nada más perfecto que estar rodeada por tu piel, tus brazos abrazándome fuerte, y tu respiración agitada chocando con mis jadeos.
Porque no existe otro lugar al que pertenezca. 
Porque con todas mis fuerzas, no quiero estar en ningún otro lugar que en ti.








~*
Porque sólo puedo demostrarte todo mi amor....siempre.

jueves, 13 de marzo de 2014

Imperio!

Había perdido su voluntad.
Se lo repetía una y otra vez, incluso a los gritos.
Pero nada podía hacer con ello. 
Como si de un Imperio se tratase, perdía todo contacto con ella misma, su voluntad, su fuerza.
Y ni siquiera que fuera un maldito conjuro.
O tal vez lo era...
Sólo sabía que, instintivamente, toda la furia que sentía, todas las palabras que se decía segundo a segundo, quedaban relegadas en el fondo más oscuro de su cabeza. Entonces ésta, nuevamente, se llenaba de él.
Se veía reducida a él...simplemente. En el cómo, cuándo, dónde...en cuantas veces él respiraba. 
A veces era con palabras...otras simplemente por presencia. Y otras...y se sentía tan estúpida una vez pasase el efecto...otras tan sólo por meros recuerdos.
Todo era él. Toda ella era él. Por minutos, horas, días...toda la vida. No podía escapar de ello. Lo intentaba, claro que lo intentaba!
Pero su voluntad; oh! Voluble voluntad!; era mucho más débil que el hipnotismo de unos penetrantes ojos marrones.







~*

miércoles, 12 de marzo de 2014

Crucio!

El fuego ardía abrazador. La consumía por dentro. Miles, millares de agujas cruzaban su carne. Agujas. Cuchillos.
Vidrios rotos.
Tachuelas.
Hierro.
Fierro.
Objetos corto/punzantes a diestra y siniestra.
Entraban y salían, desgarrando una y otra vez la carne deshecha a su paso. Una y otra vez.
Y por si acaso no cabiera más dolor...los gritos desgarradores en sus tímpanos. Una voz tan agónica, tan...suplicante...tan aguda, que casi no parecía suya. Al menos...no podía reconocerla por si misma.
Sin embargo, sabía que sus labios estaban sellados, que su torturada e irreconocible voz, no había cruzado siquiera su garganta.
Sus ojos, increíblemente, no se habían movido de los marrones que la atormentaban. A pesar del dolor...de las miles y millones de aplanadoras que aplastaban cada rincón de su cuerpo mutilado, quemado.
Los huesos rotos, increíblemente sanos. La piel arrancada de cuajo, recubriendo al completo sus destrozados músculos, que sin embargo no habían recibido un sólo golpe.
Algún rinconcito de su mente recordaba que nada de ello era real. Pero se sentía tan real. Debía de serlo...al menos, en alguna forma.
Pero por otro lado, al mantener sus ojos fijos, inmóviles, sabía que no importaba si era real o no. Si sus órganos estallaban realmente y sus vísceras se esparcían por allí. Seguiría todo siendo igual.
Al fin y al cabo, una sola palabra pronunciada por un par de labios y el frío aterrador de esos ojos marrón profundo, era suficiente.
Era incluso peor que un billón de crucios.








~*

lunes, 10 de marzo de 2014

Morsmordre

Verde, brillante...tan distante como el firmamento...pero presente, imperturbable. Tácita. Verde enfermo, enfermizo, enfermante...angustiante. Verde esperanza. Una esperanza muerta entes de nacer.
Rojo, escarlata, carmín como labios henchidos de apasionados besos de un amante fiel. Rojo, muy rojo, en sus propias manos, su rostro, su cuerpo...
Y negro. Negro cual abismo. Oscuro, impenetrable...negro que da miedo y asusta, negro como una noche sin luna, sin estrellas...negro de desesperación, de soledad. De muerte. Negro como su alma.
Tres colores que se mezclaban entre sí. Tres colores que eran lo único que su mente recordaba. Uno tras el otro. Primero verde, luego el interminable rojo de la sangre y negro...más negro, todo negro. Y así, una vez tras otra. Y los gritos. Porque no distinguía más que su cuerpo ensangrentado en un borrón rojo. Pero no podía olvidar los gritos. No podía acallarlos. Suyos. Su propia voz, desgarrada.
Y el silencio. Un silencio cruel, más infame que los propios gritos, y mucho más aterrador. Increíblemente acorde al total y desquiciante negro.
Casi que lo prefería. Casi.
Todavía recordaba el horror...el dolor. El olor de sangre impregnado en sus uñas. Si...lo recordaba, pero sólo era un eco. Como quien recuerda el significado de una palabra, pero ha perdido el sentimiento.
Todo lo que sentía ahora era esa soledad acuciante. Profunda. Vagamente sabía que sus propios brazos envolvían su cuerpo, pero era etéreo. Nada más que conocimiento puro, llano e inútil.
Todo era soledad. Soledad, frío y silencio.
Dónde estaban los recuerdos? Dónde estaba todo ello que venía antes del verde? Ah, claro...los había borrado. Claro que si. Para que recordarlo.
Y en su lengua...el pálido y dulce sabor de la muerte, intenso y ahumado.
No importaba que hicieran con ella, quien le hablara, dónde la llevaran....sus labios sólo repetían una frase.
Morsmordre.













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miércoles, 5 de marzo de 2014

Injusta

Te la pasas gritando todas las noches que queres.
Te enojás conmigo si por las noches no hablo en susurros.
Por qué no te vas bien a la mierda?








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martes, 4 de marzo de 2014

Por qué?

A veces me pregunto por qué todo el mundo puede tomarse la molestia de lastimarme. Me pueden lastimar, pero yo no puedo responder. No.
Yo tengo que sonreír, entender, comprender, y no sentir nada. A lo sumo pensar "y bueno, es porque me quieren...".
No carajo! No! Si me lastimás no me querés!
Si me haces llorar de dolor es porque me causas daño. Que sentimiento bueno sale de eso?
Te odio.









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