domingo, 26 de septiembre de 2010

Confesiones de una típica adolescente

Una hora más. Sólo una. Pareciera que el tiempo no quiere correr. Que se mueve con pereza sólo para incordiarme. Y aunque busco y rebusco no puedo encontrar el medio para hacer correr a los minutos.
Lo peor de todo es que cuando pase esta hora tortuosa, el poco tiempo que tengamos juntos se vaya muy pronto. Ese caballero molesto e incordioso siempre me juega una mala pasada. Cuando necesito que se apure no viene y cuando necesito desesperadamente refrenarlo, aunque le retenga con uñas y dientes, se me escurre entre las manos cual si fuera agua.
Por eso heme aquí escribiendo. Escribiéndote. Para acercarte un poco, para tenerte sólo mío, aunque sea en mis letras. Para esquivar al tiempo, para ponerme al límite de él. Para soñarte.
Es tan hermoso soñarte que duele. Dulce que empalaga y luego deja un sabor margo. Así y todo me gusta tanto…
Vos me gustas tanto. Si me dejaras me pasaría horas acariciando tu rostro. Me perdería sin temor alguno en las fangosas aguas de tus ojos, sintiendo el roce de tus pestañas allí, en el mismo centro de tu alma. No te podría no explicar cuánto besaría tus labios carnosos. Llenos y firmes. Esa sonrisa casi omnisciente que los domina y que a pesar de mis esfuerzos y mi voluntad siempre le arranca una a mis labios.
El latido de tu corazón, con mi oído pegado a tu pecho, acelera al mío, mientras tus brazos me rodean y me hacen sentir segura y protegida. Y a su vez tan desprotegida e insegura que me hacen dudar. Porque nunca sé qué esperar y dejo de ser la mujer que soy para transformarme en una niña que nada sabe ni entiende.
Es tan duro no tenerte. No saberte mío. Y eso es algo que no puedo cambiar. Entonces aprovecho cada minuto, cada beso y caricia, para vivirlos y disfrutarlos. Y luego los guardo entre mis recuerdos, los atesoro como memorias a veces tristes, a veces alegres. Y cuando recuerdo esos pequeños momentos en soledad, te siento conmigo.
Cuándo todo se termine, sé que al menos te tuve cuánto pude, sin retenerte. Porque aunque quisiera hacerlo no podría. Te quiero tanto como para eso.
Sabés? Esta es la primera vez que te escribo así, conciente de cuánto de mis sentimientos reflejan estos párrafos. Pero aunque siempre traté de evitarte en mis escritos… cuántas veces te siento ahí presente? Te filtras de a poco entre mis líneas, y aunque no te haya escrito, siempre te encuentro.
Es lo más extraño. Porque no hay turbaciones ni dolor. No. Sólo la necesidad imperiosa de escribirte mientras me escapo del tiempo. De decirte todo lo que voy a callar cuando te vea.
Ah, sí. Porque esto no va a llegar ni a tus oídos ni a tus ojos. No. Te quiero tanto como para ocultarte mi alma. No todo en mí es amor y caricias. Y aún así estoy segura de que no los querrías.
Aunque a veces me asalte el llanto amargo, es algo maravilloso poder amarte sin esperar nada a cambio. No puedo pedirte ni que me ames ni que me quieras, en cambio puedo amarte tanto como yo quiero. Y eso ya es algo muy difícil de conseguir. Cuántas personas en el mundo pueden amar incondicionalmente y con toda la intensidad de sus almas? Yo puedo amarte con todas mis fuerzas sin que lo notes. Sin molestarte. Puedo brindarme completa sin arrepentirme. Porque sé que te amo, y el día de mañana voy a poder decir “viví mi amor”.
También es sorprendente escribir desde el amor. Sería la primera vez. Generalmente es el dolor quién me inspira, y no voy a negar que sea mi musa preferida. Pero resulta ser un cambio interesante. Todo lo bello que pude escribir sobre el amor siempre fue de la mano del dolor, de la pena. Pero acá no hay dolor, ni resignación, ni nada.
Simplemente soy una mujer que sonríe mientras escribe y sabe que ama con locura. Mi alma y mi conciencia están tranquilas, incluso felices; de que yo reconozca esto, de que finalmente lo acepte. Y eso me embriaga de paz. Una paz que siempre busco y me rehuye. Una paz que casi nunca encuentro. Nunca antes me había topado con ella.
Fue algo bueno conocerte. Al principio fue tan raro. Y tan duro. Yo no entendía nada, qué pasaba? Qué me pasaba? Llegué a sentirme otra, llegué a no reconocerme. Pero ahora conozco los límites de mí misma. Ahora sé que puedo amarte sin que me ames, que puede verte sin lastimarme.
Gracias, muchas pero muchas gracias. Porque sin siquiera saberlo, me enseñaste mucho más de lo que yo creía que podía aprender de mí.

Hika ♥

(Loca, loca, pero tuya)

No hay comentarios:

Publicar un comentario